lunes, mayo 01, 2006

TO BREATHE ONE'S LAST

Como ahora voy a estar un poco desaparecido por diferentes cuestiones (tranquilos, no son cosas malas, son viajes, bodorrios, etc...), quería dejar un tema antes de decir un... hasta luego.

ESCUCHAR "to breathe one's last"

Aprovecharé un texto que hice hace tiempo para ilustrar con palabras esta composición.

...el ruido había cesado, todas las bombas, disparos y gritos habían dejado paso a un silencio “ensordecedor”. Una niebla espesa de humo rodeaba todo el campo de batalla. En varios sectores del bosque ardían pequeñas llamas confusas. Llamas que eran reflejos perdidos de anteriores explosiones. Una alfombra de cadáveres finalizaba el adorno de tal lúgubre paisaje. Los restos de un avión, que descansaba en un pequeño claro, se convertieron en las sábanas de un gran lecho de muerte. Un fino viento, tímido, sin fuerza alguna, acariciaba los rostros desfigurados de hombres sin identidad. Amigos o enemigos, poco importaba ya. Los rifles de unos y otros, armas inertes, se acariciaban en el suelo ajenos a la desgracia que habían provocado.
El soldado avanzaba a través del tumulto de muerte. A través de la niebla y de árboles carcomidos por llamas. Pasaba por encima de los cuerpos de sus compañeros. El recuerdo de los buenos momentos pasados con ellos invadía su pensamiento. Cruda realidad contrastaba en sus memorias. La tristeza afloraba su corazón. Un sentimiento de impotencia y de rabia contenida se mezclaba sin orgullo. Levantaba su mirada y la perdía en la distancia. Intentaba ver donde acavaba aquella basta extensión. Pero mirase donde mirase, la desolación parecía ser infinita.
Al cabo de un rato de avanzar sin rumbo, llegó a las trincheras enemigas. La muerte no escogía bando, no entendía de “buenos” ni “malos”. Hacía su función implacablemente y sin remordimiento. Tampoco ahí había nadie, nadie con vida. El soldado se compadeció de todos sus supuestos enemigos. Un fúnebre empate. Un resultado merecido a favor de la insensatez del ser humano.
La misión del soldado era avanzar a través de las lineas enemigas, llegar a su trinchera y destruir el puesto de radio. Poco sentido tenía ya su objetivo, de todos modos se dirigió al puesto de radio. El barracón estaba prácticamente destruido. Una alfombra de cuerpos se esparcía por el suelo. En un rincón vió al aparato. Estaba roto, los zumbidos de morse se habían apagado para siempre.
De pronto, oyó un leve quejido. Parecía un espejismo auditivo pero poco a poco se dio cuenta que su imaginación no le estaba jugando malas pasadas y que aquello era real. Alguien gemía de dolor. Vió un cuerpo que se movía ligeramente. El soldado se acercó poco a poco. Los suspiros eran agonizantes y cada vez más cercanos. Se alarmó pensando que a lo mejor aquel desconocido aprovecharía el último aliento de vida para dispararle. Pero no fue así. Estaba completamente fuera de combate, prácticamente muerto. Le faltaba una pierna, seguramente debido al impacto de una bomba, y su cuerpo estaba rebozado de metralla. Descansaba encima de su propio charco de sangre. Por fin, con gran esfuerzo se pudo girar. Las venas del soldado se congelaron al ver aquello. El hombre que yacía en el suelo era él mismo. No había duda. El último suspiro de vida lo dedicó a su propia alma...